Volar sobre el pantano – ¿Tendedero de denuncias?
Paulina B. Barragán.
Estudiante de la Licenciatura en Periodismo del Centro Universitario del Sur.
Ciudad Guzmán, Jalisco. Jueves 07 de febrero de 2024. (Un Ojo en Zapotlán) En México, entre 10 y 11 mujeres son asesinadas al día, 3,650 mujeres al año, y esa cantidad es solo un número aproximado.
La impunidad ante los casos de violencia y feminicidios es del 95%, y consideremos que solo 1 de cada 10 víctimas se atreven a denunciar a su agresor, solo 365 mujeres de las 3,650 mujeres violentadas al año -cantidad que parece una línea mínima-.
“¡Que denuncien como se debe!”, grita la persona del fondo. ¿Está diciendo que si denuncio van a proceder? ¿Aún cuando solo el 5% de casos tienen seguimiento?
Las muertas de Juarez.
Recordemos a Marisela Escobedo Ortiz, una madre asesinada por protestar ante el feminicidio de Rubí, su hija. Ante la poca respuesta, fue Marisela quien por su propia cuenta localizó al asesino y lo llevó ante las autoridades. ¿Ésto cómo resultó? Salió impune a pesar de autoinculparse, por lo que que Marisela apeló por una resolución, siendo ella quien recabó las pruebas, no las autoridades capacitadas para este trabajo. ¿El final? Un disparo en la cabeza por parte de Sergio Rafael Barraza, el feminicida de Rubí.
“¡Es un caso fuera de lo común!”, exclama alguien al frente. ¿Fuera de lo común que el 95% de casos resulten impunes? ¿O en realidad lo común es la impunidad?
El caníbal de Atizapán.
El feminicida en serie mexicano, que durante 30 años vivió en la impunidad, con un conteo horroroso de 17 mujeres, un niño y un hombre asesinadas y asesinados. Fue hasta que una de sus víctimas resultó ser la esposa de un policía que atendieron e investigaron los hechos. Ahí sí hicieron caso, no como en los 18 casos anteriores.
¿Y los que no terminan en feminicidio?
En 2021 el número de violaciones a mujeres mexicanas radicaba en 88 mil, de los cuales solo 968 casos fueron denunciados. ¿Y los otros 87,032?
“¡¿Por qué no denuncian y ya?!”, interrumpe la persona de en medio. Según el INEGI, el 88% de mujeres no denuncian porque temen, o por promesas de cambio de su agresor, por la minimización social de los hechos y por desconfianza en las autoridades. Las personas que se consideran externas a la situación creen que con una denuncia en el ministerio público basta, pero como lo hemos podido leer, esto no es así.
Pareciera que al pedir justicia se estuviera pidiendo un favor, algo imposible, inalcanzable. Se asombran, exclaman y ofenden cuando el nombre de su conocido sale tallado en el tendedero de denuncias anual. ¿Por qué no se ofenden por sus acciones? ¿Por qué los protegen?
No me sorprende que las mujeres no denuncien con nombre completo y CURP en mano. Cuando alzamos la voz somos señaladas, amenazadas y violentadas, aunque cuando nos callamos no nos salvamos.
El tendedero no es un juego, no se llama “tendedero de chismes”, “tendedero de quemados”, se llama “Tendedero de denuncias”. Existe para aquellas mujeres que están cansadas de que sus violentadores queden impunes legal y socialmente, pero que temen alzar la voz, algo completamente válido cuando nadie te ha querido escuchar, cuando el agresor tiene alguna autoridad, o cuando has sido amenazada para mantener el silencio.
El tendedero de denuncias ha sido, es y será un acto de amor, de sororidad, y un grito de ayuda importante, valioso e invaluable para nosotras hasta que las denuncias “reales”, como les gusta llamarlas, dejen de quedar impunes y arrumbadas en un rincón del cajón. “No me exijas silencio cuando lo único que grité fue justicia”, gritan los carteles de las marchas.
Les invito, lectoras y lectores a volar sobre el pantano. ¿No quieres ser parte? Bien, pero como dirían los carteles en el 8M, no estorbes.
Eres libre, así que vuela.
Post Comment