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Romper el silencio

Romper el silencio

Cada día, la lucha por los derechos de las mujeres y las infancias se ve manifestada a través de acciones constantes, como la difusión de información, denuncias públicas, la creación de contenido preventivo, educativo y de denuncia, así como la fundación de colectivos y organizaciones civiles, o la producción de arte y entretenimiento de valor, que sume a una cultura de revolución. Estas acciones marcan las conversaciones en redes sociales y medios de comunicación, generando un intercambio de ideas y posturas entre las y los internautas. Hay una constante: que año con año diferentes personas se hacen las mismas preguntas. ¿Cuál es el propósito de estas acciones? ¿Para qué? ¿Realmente tiene un resultado?

El pasado 17 de marzo, la serie documental “Quiet on set: the dark side of kids TV” se estrenó en el canal de televisión Discovery ID y en la plataforma de streaming Max, por ahora solo disponible para la audiencia estadounidense. A pesar de este hecho, fragmentos de la serie circulan por distintas redes sociales: en su mayoría se tratan de testimonios de la versión mayor de aquellos niños y niñas que participaron en series producidas por Nickelodeon, como Zoey 101, El show de Amanda, Victorious o Drake y Josh, por mencionar las más reconocidas. Estas declaraciones relatan los terribles abusos que sufrieron mientras trabajan para el canal de televisión, como lo vivido por Alexa Nikolas mientras rodaban la serie Zoey 101. En sus propias palabras “No tenía idea lo que significaba. Una vez que lo volví a ver de adulta, fue cuando volvió ese recuerdo, y estaba como: oh, no fue gracioso, era una niña”.

Estos y otros testimonios más son la confirmación de rumores que rondaban por internet donde se exponían los abusos sexuales perpetrados presuntamente por el productor Dan Schneider, quien participó en la realización de las series más populares de Nickelodeon, al igual que el también acusado Brian Peck, ex actor y productor, quien se encuentra ahora convicto por delitos sexuales. El impacto que causó esta confirmación en la gente invita a la reflexión, pues por muchos años, todos los días niños y niñas se sentaban a ver a otras infancias actuando, quienes estaban sufriendo abusos mientras realizaban aquel trabajo. Incluso padres y madres veían los programas de televisión junto a sus hijos . Y nadie se dió cuenta, nadie lo vió.

A pesar de que según la National Sexual Violence Resource Center (NSVRC), en Estados Unidos “el 96% de las personas que abusaron sexualmente de niñ@s, son hombres, y 76.8% de las personas que abusan sexualmente de niñ@s son personas adultas”, fue hasta que esta serie documental hizo visibles las situaciones de abuso en infancias trabajando en la actuación que el público cuestionó las acciones de estos “profesionales” del entretenimiento, logrando que se escucharan las voces de las víctimas.

Fue entonces que quienes fuimos el público lo entendimos, y logramos ver lo que ahora consideramos obvio. ¿Por qué los adultos no se percataron de los dobles sentidos, insinuaciones sexuales o referencias a la pornografia en escenas de estas series? ¿Cómo nos reíamos de estas situaciones? ¿Cómo lo dejamos pasar por alto? Si todo el tiempo estuvo ahí, frente a nosotros.

Las conversaciones, debates y reflexiones que provocó esta serie documental responden a las preguntas con las que se abrió este texto: para esto sirven las denuncias públicas, las manifestaciones, las exigencias en cualquier formato, ya sea una docuserie, una obra de teatro, o una canción. Sirven para que nosotros, el público, veamos, señalemos y condenemos los abusos y las violencias que padecen nuestros semejantes. Para que no se olviden, para acabar con el silencio, para que no se escondan y desaparezcan. Y sobre todo, para obtener justicia, la reparación del daño y la seguridad de que algo así no va a volver a suceder. Los abusos y la violencia no solo se castigan en prisión. Para que sean totalmente erradicados, también deben ser rechazados y condenados socialmente.

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